Margarita
Traté de entender a
Margarita, debo decir fue una causa perdida.
Un Martes en la
mañana me dirigía a dar unas vueltas al parque y trotar como de costumbre pero
todo se interrumpió cuando vi que una chica se mudaba al departamento donde yo
vivía, la saludé y le estreché la mano, luego le ofrecí mi ayuda para cargar
sus maletas pero grande fue mi asombro cuando vi que el taxista bajaba unas
siete maletas de equipaje. Eso sí fue demasiado, pero, mi día estaba empezando
pues mi compañero de al lado Matías
también bajaba a dar unas vueltas y de pasada me ayudó con las maletotas
de Margarita, así se llamaba la chica recién llegada y de voz musical. De
inmediato me di cuenta que no era limeña porque tenía un dejo provinciano
característico del interior del Perú.
Cuando subíamos las
últimas maletas Matías huyó lo más
rápido que pudo, yo descansé unos momentos para retomar el aire y mientras
subía la mirada observé desde los pies muy arreglados hasta la punta de los
cabellos de Margarita, ella es preciosa, ¿Y cómo no me di cuenta? –Pensaba yo-
si Margarita estaba muy linda y muy sensual. Inofensivamente me ofreció un café
que rechacé, le dije que no bebía café por las mañanas y me dijo entonces que
me ofrecía un té, bueno accedí. Sacó de una de sus maletas un juego de tasitas
de té como las de juguete y en quince minutos que pasaron muy rápido el agua
hirvió y brindamos té mientras conversábamos para conocernos pues para mi
sorpresa ella había rentado la habitación opuesta a mi corredor y ya éramos
vecinos. Muy divertida Margarita parecía estar cantando o contando trabalenguas
mientras hablaba y sonreía, yo atinaba a responderle lo poco que entendía.
Se me hizo tarde, ya debía
de haberme cambiado para luego irme al trabajo, tenía yo unos quince minutos de
retraso que efectivamente ya estaban incluidos en mi recibo de pago, pedí una
disculpa y me retiré rápidamente a mi habitación que quedaba en frente. Me
vestí con lo usual una camisa, pantalón y
una chaqueta negra delgada porque empieza el verano y no me agrada sacarme la
chaqueta o el saco o lo que sea.
Paro el bus que para
variar se detiene donde le da la gana, el conductor es un imprudente porque
puede matar a quien él quisiera, cosa que sé lo haría. Subo y de inmediato el
conductor pisa el acelerador a fondo, tuve que agarrarme de donde pudiera en
dicho instante, mientras me samaqueaba dentro del bus me percaté de un asiento
libre y fui hacia allí, me senté aliviado hasta que me cambiaron de estilo
musical, de rock a chicha. No sé si el conductor lo hizo por joder –nunca lo
sabré, le pregunté al cobrador que si por favor pudiera cambiarle de emisora,
él me respondió «imposible chino, esto es chicha de la buena, escucha un
poquito más y te va a gustar» No quise adentrar más en el tema porque no es de
mi completo agrado ese estilo musical que comprendo y debo confesar conozco sólo
dos canciones de un grupo llamado
Armonía 10 cuyas canciones son cervecero
y me emborracho. Bueno regresando al
punto llego a mi centro de labores y ejecuto mecánicamente lo que aprendí
durante casi 6 años de mi vida, estoy seguro que no nací para hacer eso y que
en parte no me agrada, pero qué hago si gano lo suficiente como para no
quejarme, vivo cómodo en mi piso excepto cuando recibo visitas inesperadas y
conflictivas.
Varios días después
me llegó un volante, en realidad una fotocopia bastante rústica y mal diseñada
que decía: Te invito a la fiesta de San Juan, y otras frases que no me
importaron porque era Sábado y
difícilmente me levanto temprano, ni siquiera a tomar desayuno y de ser el caso
ni a almorzar, pues dicho y hecho desperté como de costumbre a las seis
de la mañana pero dormí nuevamente, desperté a las once, no resultó, seguía
indispuesto pero luego ya eran como las 3 ó 4 de la tarde y si no me levantaba
no llegaría temprano a la lavandería que cerraba a las cinco y treinta de la
tarde que además no quedaba para nada cerca así que dejé el volante, tomé mis
medias y camisas blancas porque detesto lavar ropa blanca y ya tengo recuerdos
de eso o simplemente terminan cremas y percudidas o las dejo de usar.
Salgo de mi casa
apuradísimo y cojo un taxi porque ni a palos llegaré a tiempo, le
ofrezco un dinerillo adicional al conductor para que acelere y condicionado por
eso llegó en un santiamén, le dije a la chica de la lavandería que si tenía
máquinas disponibles y sí, la tenía, metí mi ropa en esas máquinas y luego
detergente y blanqueador adicional porque no confío en un simple detergente, esperé
una hora para las camisas y polos pero para las medias fue diferente sólo media
hora.
Una vez todo limpio y
seco me retiro.
Salgo de la
lavandería y el clima amenaza con llover en pleno verano, de pronto todo se
nubló y se podía ver claramente nubes negras y grises que amedrentaban a
cualquiera y ese era yo. No le tengo miedo al agua como debes de estar
pensando, tampoco soy de los que tiene fobias raras lo que pasa es que cada vez
que llueve se moja la casa de un amigo.
Él vive en una casa
de madera pequeñísima porque acaba de vender su casa anterior y se ha comprado
un terreno muy bonito que empieza a remodelar y construir y mientras tanto vive
ahí, pero nunca cuando llueve. Hola
Miquel, dice Guillermo tan fresco de cojones -no por la lluvia sino por lo conchudo-
ya era la tercera vez que venía y me contaba la misma historia.
Cenamos juntos pero
esta vez discutimos por una cosa sin sentido, el tonto recordó que alguna vez
estuve con su hermana y eso le jodió, bueno a cualquier le jode que tiren
en el cuarto de invitados con su hermana, él me reclamó que eso fue una falta
gravísima que en el momento no debió haberlo pasado por alto y yo le dije que
comprendía su razón pero que no era el momento –en realidad jamás era el
momento indicado- para decir esas cosas frente a una comida deliciosa. Tomó su vaso
de cerveza y se fue a dormir al mueble sin más.
Yo salí de mi
casa con el móvil en el bolsillo resguardado
con bolsas especiales, sin paraguas además porque quería disfrutar de la
llovizna tan imprudente y tan agradable, compré cigarrillos de los que me
agradan, caminé unos veinte minutos dando vueltas al parque que queda unas
cuadras de mi casa, sonriendo al viento y despreocupado por lo sucedido.
Busqué aquella
canción de Sabina con Páez que se llama Llueve sobre el mojado en el
móvil y a unos metros una banca, me senté y todo fluyó, comencé a cantar en voz
alta mientras la gente pasaba hasta que alguien se me acercó sin paraguas, me
saludó de un beso en la mejilla, gran casualidad, era Margarita empapada hasta
las medias y con una ropa ligera que viéndola mejor, era casi una transparencia,
se sentó a mi lado y me dijo «En mi tierra llueve muchisissísimo más que aquí»,
le pregunté que si en su tierra también usaba esas prendas tan diminutas,
sonrojada respondió « no, es que el
recepcionista me dijo que a unas cuadas lavaban la ropa y que el coste no era
mucho», ¿y dónde fuiste? –pregunté. «Fui
a la Lavandería CleanClean», casualidad,
yo también fui hoy –le respondí. Muy amena la conversación bajo la lluvia,
mientras yo hablaba tomaba agua de lluvia y ella se reía, me enteré de muchos detalles
de su vida y quedamos en ir a lavar ropa juntos el sábado próximo.
Así fue.
Once dela mañana,
despierto sabiendo que iría a lavar la ropa con Margarita al CleanClean, un día soleado y sólo con
camisas y pantalones de vestir sucios que lavar, entonces voy a tocarle la
puerta a Margarita, sale ella con unas prendas apretadas que marcan su sexy
figura, «vámonos ya tontuelo y deja de mirarme así»–dice con su voz musical.
Tomamos el taxi y
llegamos a la lavandería, saco mi ropa de una mochila y la introduzco en la
lavadora mientras Margarita hacía lo mismo. Lavamos las prendas y listo, a la
casa.
En la puerta del
hotel me dice que hoy tiene una fiesta La fiesta de San Juan que estoy
invitado. Acepté de buena manera porque empieza a agradarme ésta muchacha y
además las fiestas de casa me parecen geniales y este caso en frente de mi
casa, así evito pagarle al taxista.
Pero, ¿quién es Juan?
–pregunto yo. «Es un santo de allá que le celebramos pues» –dice ella. Bueno
acepto otra vez. Llegando a mi casa prendo la computadora e investigo todo
sobre el famoso San Juan o San Fuan como diría Margarita, no fue una sorpresa
enterarme de qué Juan me hablaba, era una fiesta conmemorativa a San Juan el
Bautista que se cree les dará felicidad, y sí reconozco que cumple con su
finalidad.
Cae la noche, me visto con un Jean negro y una camisa negra
con unas líneas blancas que parecen un diseño de la selva o algo así pero eso
no es todo corrí a las tiendas de disfraces a preguntar si tenían cosas
de la selva, específicamente de la fiesta de San Juan, y sí tenían entonces
apreté los dientes y la billetera para sorprender a la linda Margarita, compré
unas espadas de madera con hilos de colores, gorritos de tela blancos con
diseños, y un juguete que era un suri gigante, todo esto iba porque Margarita
me contó que le encantaba esta festividad y que seguro la extrañaría y como
buen huésped no podía llegar con nada bajo el brazo, considero yo es de mal
gusto y no de mala educación, porque cuando hay, hay, y cuando no hay, no hay. Frase
célebre de mi hermano.
Toco la puerta y me
recibe un joven que nunca había visto y confianzudo me dice «pasa, diviértete», entro y estaba
decorada toda su casa con serpentina, globos y música de la selva. Avancé
rápidamente a la mesa y observé potajes exóticos que a la vista eran muy
comestibles y olían como los dioses, desesperado por probarlos cambié de
mano el suri gigante y con la derecha iba a coger un poco de carne cuando
rápidamente me cayó un palmazo que dolió, cuando levanté la mirada era Margarita
con un traje espectacular que se sorprendió al verme con esos regalos. Exaltada
me abrazó y casi me estrangula como las constrictor de la selva, ella me dijo «oshe gracias por traerme eso, eres un
caballero y es un detallazo», «gracias, no fue nada»–dije.
«Pero ahora sí,
prueba nomás con confianza» –dijo ella. «No, antes quiero ayudarte a decorar y
el suri es para ti, espero disfrutes la fiesta y te sientas como en casa», no
debí decir eso porque se puso a llorar y me abrazó y mojó mi camisa mientras
los invitados llegaban en mancha y veían a la dueña del piso llorando y
tal vez pensando que la fiesta se fue al carajo, pero igual entraron, Margarita
secó sus lágrimas luego la fiesta continuó con un ritmo fenomenal, aunque no
conocía mucho de música de la selva bailé como trompo hasta que me
abrazaron y era Matías con su gorrito con plumas y su palo de madera, eso sí
que fue un mate de risa, porque en ocasiones anteriores Mati me había
invitado a unas fiestas raras de el pueblo de su abuelo que era de Suecia, de
la capital Estocolmo, pero él nunca se vistió como su abuelo, le parecía tonto y
él no debía hacerlo, pero ahora vestido así me causaba mucha gracia.
Mati trajo a varios
amigos y amigas entre ellos su prima Helena que era una muy buena bailarina,
nos saludamos y se presentaron con Margarita su anfitriona, ellos le
habían comprado ocho twelve pack de
cerveza para animar la fiesta y sí que lo consiguieron.
La casa llena
o mejor dicho invadida de colores que jamás habían sido vistos ahí, personas bailando
sin hacer escándalo, bebidas por todos lados y mucha seguridad al saber que mis
amigos estaban conmigo, no solamente Mati, Helena y Margarita sino muchos más.
Música moderada para poder conversar, eso fue una acotación mía porque no me
agrada una fiesta que no pueda expresarme, en este caso conversar.
La música algo
extraña, obvio, de la selva, pero no toda la noche fue así porque Margarita
bajó el volumen de su computadora y empezó a aplaudir e inmediatamente traduje
esa señal, eran aplausos que simbolizan que se viene una salsita rica y la gente
se unió con los aplausos. Mientras empezaba la canción esto ya era un alboroto
total, todos o casi todos estaban en la pista de baile sacudiendo el esqueleto y
demostrando lo bien que bailaban para ligar a quien sea, en todo caso a mi no
me agrada mucho bailar mucho porque fui dotado de unas buenas piernas que
francamente son un fiasco para bailar salsa, no sé si se note en mi cara que no
sé bailar salsa o tal vez mi gestualidad me delate aunque no del todo porque Helena
animosa y graciosa a la vez me arrastró a la pista de baile asumiendo que esta
vez sí –o por fin- lo haría bien y sí, creo yo lo hice bien porque bailamos una
salsa romántica pegaditos los dos, sintiendo nuestros latidos y conversando de
cosas privadas. Recordamos nuestros viajes a pueblitos desconocidos por muchos
dentro de Lima y de lo mal que le caigo al inepto de su papá, que es un
personaje agresivo, iracundo y grotescamente militar, un autoritario, un
hacedor de planes para asesinar a personas que no le agradan –que seguramente
estaré en su lista- y que alguna vez discutimos en su oficina en frente de toda
su familia, ellos no sabían a dónde irse, se oía un cuchicheo en el salón,
muchos sólo miraban las pinturas y ése alce muerto clavado en su pared que
seguramente también nos miraba, luego que se detuvo le di la mano y me fui a
otro ambiente, HHelena y sus primos nos acompañaron cuando un señor se me
acercó y me dijo «Muchacho te defiendes bien y no te preocupes aquí sabemos que
tenías razón pero estás en casa ajena. Eres muy inteligente», «No soy
inteligente, soy un lector»-le dije. Sonreímos y brindamos mientras sus primos
se reían por cómo desafié al ex Comandante Rothstein.
Bueno en todo caso
sigo siendo aquel personaje incómodo en las reuniones familiares ajenas lo que
le parece divertidísimo a Helena porque siempre me invita a su casa para las
festividades.
Helena es una
bailarina fenomenal y creo se limita conmigo por cuestiones obvias, hasta he
llegado a creer que estudió también para aquel menester por otro lado yo a
veces miro los pies para no perder el paso o terminar pisándola. Mientras que
continuábamos bailando hablábamos sobre nosotros o al menos lo que fuimos, yo
me puse un poco hot por el tema
sumado además por el
alcohol ingerido así que le dije « Pídeme que sólo estaré hoy» mientras tocaba
sus cabellos con mis manos, los olía y respiraba cerca de su oreja, tarareando la salsita romanticona y, Helena
me miró a los ojos –que no son para nada chinos como dijo el cobrador- y
sonrió, luego dijo «Quiero ir a tu apartamento, pero tengo miedo» «Miedo a qué» –dije, «Miedo a no verte por la mañana»,
«Estaré siempre ahí para ti» –dije sin pensarlo, causa y efecto, ella aplicó la
clásica agarradita de pompis en frente de casi todos mis amigos y amigas como
dándoles a entender miren todos, esto es mío, cosa que me molesta un
poco porque no soy un trozo de carne aunque muchas personas me han dicho que
tengo unas buenas o buenísimas nalgas que seguramente las tengo.
Primer acto, besuqueo
hasta llegar a la sala porque quise hacerlo en el mueble pero acertó creo yo ya
habiéndome estudiado que si lo hacíamos ahí amanecería sola, me arrastró a mi
cama y nos desvestimos como si fuera nuestra última noche juntos, me dijo cosas
tan hermosas que me parecía que ella quería llevarme a la cama y que recordara
ese momento, me abrazó y mientras estaba encima de mí me besó en la frente, un
beso largo que hizo que me detuviera y unidos los dos, le pregunté «Qué pasa» y
me dijo «Te amé pero ahora eres uno
de mis mejores amigos», sonreímos agitados y me abofeteó, eso sí no lo
esperaba, y luego me dijo «Te
odio.»
Callamos y…
Segundo acto, el alba
tocó mis párpados, me levanté y ella estaba conmigo abrazada, casi entrelazada.
Comencé con su boca, le mordí el labio y me sonrió, un beso fugas. Me dijo que
quería desayunar jugo de naranja con mis panecillos al ajo, que me salen de
lujo entonces fui a la nevera y
saqué la mantequilla, el pan ya lo tenía en el repostero –guardo pan de otros
días por razones de casa, por mi mamá- saqué el ajo y el orégano. Presto, todo
listo en la mesita de vidrio, con el jugo de naranja en un vaso especial para Helena,
un plato de cerámica que compré en Huaráz y yo mirándola fijamente como
un león acongojado o abrumado por tanta luz sin sol.
Helena me dijo que
tenía algo que contarme pero que de alguna manera me debía de enterar y qué
mejor que de boca de ella, «Me caso en cinco meses y estás cordialmente
invitado» –dijo. Yo completamente pasmado o “colgado” como dirían mis amigos,
pues así me quedé.
Frío como un témpano
de hielo en invierno, la abrasé y le dije «Te agradezco mi querida amiga».
Mirándola mientras
desayunaba recordaba todos los felices momentos que pasamos, sus manías
corregidas por mi y que tanto ella odia porque ahora me recordará más. Como el
no poner los codos al comer o cómo coger las copas, o los palillos, el
montar a caballo, el aprender a fumar cigarrillos y muchas cosas más. No miento si juro que
hubiera dado la vida entera por ti Helena, ya ves, tú que tanto me has besado y
enseñado.
Mi laberinto de luz
se casará en cinco meses.
Terminó de desayunar y
dormimos por última vez, sólo que esta vez ella me dejó. Aunque no debería
contarlo pero así fue. Me dejaste desnudo y con la botella de vino abierta con dos copas, una marcada con tu
labial carmín y la otra servida hasta la mitad, debajo de la cubeta de hielo
unas líneas sobre mi pañuelo blanco que decía «Gracias por alegrarme esta
jodida vida, te quiero». Entendí lo que
quiso decir y sólo seguí durmiendo.
Los días pasaban y yo
seguía pensándote, recordando aquellos tiempos junto al piano, no de cola
porque pesa mucho, era uno electrónico y muy ligero no como el que tiene tu
padre, ese cascarrabias que aun recordará porqué me odia tanto y yo a él. Bueno,
es hora –una vez más- de dar la vuelta a esa página sin fin, total yo seguiré
adelante y tú igual.
Camino hasta donde
están mis cajas que hace muchos años no las abría y encuentro mi tan nombrado
piano, me entró una alegría de aquellas y rápidamente lo desembolsé y lo puse al lado de la mesita de vidrio para
tener un apacible paisaje pero eso no es todo pues al lado del piano había una
especie de papelógrafo grueso con imágenes pegadas, impresiones que hiciera
cuando era más joven además de tener palabras como día brillante, medias
sucias, ramera, cosas por el estilo, que gratificante tenerlo en mis
manos pensé que los había arrojado a la basura mi madre cuando me mudé de su
casa, corro a la cocina para traer un vaso con agua y seguir en mi viejo
menester, cuelgo el papel en los clavos que sostienen los cuadros y me animo a
tocar, cerca de hora y media tocando canciones de Alejandro Sanz, Gianmarco,
Joan Osborne, James Blunt francamente una delicia oírme, estuve concentrado
como pocas veces lo hice mientras tocaba porque algo tenía que suceder y esta
no era la excepción porque sonó el teléfono con su maldito ring ring, contesto con el clásico aló y era Margarita, «Hola qué tal» –dije, ella me contó que estaba
en el supermercado comprando insumos para su almuerzo y cena pero hoy yo no
tenía ganas de ir al supermercado así que le propuse ir al mercadito de la
vuelta y encontrarnos en diez minutos en
el parque que está a la vuelta del supermercado, me meto un duchazo
veloz y me visto, un short azul que ya estaba algo gastado y un polo
nuevo ,azul también y zapatillas negras salgo trotando de mi casa y bajo las
escaleras cuando el portero me saluda y me dice que si le puedo prestar mi
móvil para hacer una llamada urgente que el suyo se le olvidó entonces recuerdo
que yo estoy igual que él, sin móvil, le digo que pronto se lo presto que lo
olvidé y que subiría a buscarlo, subo y rebusco por todos lados menos en su
lugar, o sea al lado de mi cama, cinco minutos más o menos, entonces bajo y le
ofrezco lo prometido y César llama a su mamá preguntándole que si está bien
porque aparentemente se había hecho un corte en alguna parte de la mano
mientras cocinaba, termina su llamada y me agradece, ya me quedaba sólo un
minuto para llegar a tiempo pactado ergo el trote se volvió una maratón de
metros y metros ya para cuando llegué al parque estaba algo agitado y Margarita
en la otra esquina parada también, mirando su reloj. Luego levanta la mirada y
me ve de lejos, me acerco y la saludo, le expliqué qué había sucedido y se apenó
por el corte de la mamá del portero, caminamos rumbo al mercadito y mis caseras
me saludan y me llaman para que les compre a ellas y no a otras, Margarita
quería comprar en todos lados así que le pregunté que qué iba a cocinar y me
respondió que estofado de carne, y le dije «¿Carne, y carne de qué?», «De res
pues» –dijo, y le expliqué que era mejor decir carne de res porque carne puede ser de cualquier animal, en todo caso
compramos carne de res, alverjas, zanahorias, especias, arroz entre otras cosas
más. Ya habíamos caminado cerca de treinta minutos en el mercado de la
barahúnda y creo yo ya merecía un pequeño descanso y una buena ducha así que al llegar le dije «Gracias por
acompañarme al mercado» y ella dijo «Al contrario, gracias por traerme por allí»,
bueno acelero y abro mi puerta camino a la ducha y procedo a hacer lo
mío.
Después de la ducha
me doy cuenta que no había traído ropa interior y tampoco estaba mi toalla así
que renegando fui mojado –y mojando- hasta el otro lado de mi cuarto para sacar
la maldita toalla dobladita –cosa que casi nunca hago- y el bendito
calzoncillo, como resultado mojé el corredor de la ducha y mi cuarto, imaginaba
que luego tendría que trapear para no caerme y tal vez dislocarme un brazo o
torcerme alguna parte de mi cuerpo. Me cambio rápido y a trapear con la
fragancia que me agrada, una de una flor en particular.
Ya a eso de la una y
quince del día decido qué voy a almorzar, bueno la verdad ese día no me
apeteció carnes por lo tanto sólo comí frutas, no porque estuviera a dieta ni
nada de eso, sólo que se me antojó eso, luego de almorzar regreso al piano a
seguir dándole al recuerdo hasta que me canso y me tiro en el piso mirando ese
papel gigante que fue hecho con mucho sentimiento cuando estaba en secundaria,
tenía algunas fotos de mis ex amigos de mi promoción, y digo ex amigos porque sinceramente
luego de finalizar la secundaria, la famosa promoción de amigos se distanció
aunque algunos todavía nos encontramos porque nuestra amistad prevaleció al
tiempo y la distancia.
Sin planes para la
noche decidí invitar a Margarita para salir a algún lugar con la gentita
o sea con Mati y Helena, le toco la puerta y escuchaba una canción conocida que
Margarita cantaba y decía «What if God
was one of us, Just a slob like one of us, Just a stranger on the bus, Trying
to make his way home», la reconocí de inmediato porque la escuché en una
película que se llama Vanilla Sky de Tom Cruise , ella sale moviendo la cabeza como rockeando y le digo
que si quiere salir conmigo, con Mati y con Helena y ella acepta con una expresión de duda.
Quedamos que nos
encontraríamos en el corredor de nuestro piso a las nueve de la noche en punto,
recalcándole a Matías eso porque es un tardón –como yo- y no llama para decir
que llegará tarde, bueno ya a la hora pactada llegan, se suponía que seríamos
cuatro pero apareció un pata más al lado de Mati, nos saludamos y dijo «soy Samuel, amigo de Matías», « yo soy
Eduardo amigo de Helena», para variar Mati no me dijo que traería a una punta
más, dicen que entre más gente, más diversión, eso estaba por verse. Luego sale
Margarita y saludó a todos y me extrañó que le llamara por su nombre a Samuel porque era obvio que yo nunca lo
había visto, inmediatamente Margarita se pone a su lado, -aquí hay algo, pensé-
y enérgicos salimos todos a una disco a divertirnos, tomamos el taxi en la
puerta del hotel pero cuando estábamos por subir la llaman a Helena al móvil,
ella da la dirección, el nombre de la disco también y se despide, ya no
pregunté quién era, callé. Al llegar a la discoteca el ambiente me pareció muy positivo,
nos sentamos y pronto nos atiende una chica muy linda y nos dice si vamos a
beber algo, pues era obvio que sí y de ser posible toda la barra, al inicio
pedimos todos cerveza pero luego ya cada uno escogía lo que más le placía, por
ejemplo a Helena le gusta el Martini igual que a mí, a Mati la cerveza y a
Margarita también, a Samuel le gustaba el cuba libre así que a beber y a
conversar, la música muy buena Electrónica, House, Natural, y una que otra del
Pitbull, Daddy J, Dn Omar, Tego, Calle 13, aquí todos empilados bailando
una del Pitbull que presumo se llama Blanco, -muy buena canción- luego
cansadísimos nos sentamos riéndonos, de la nada Samuel muy pegado con Margarita
y como ya estaba definido Helena y yo solamente amigos y Mati, ¿y Mati, dónde
está? , estaba intentando ligarse a una señorita muy muy linda y le funcionó,
la trajo a nuestra mesa, empatizaron de inmediato, luego nos presentamos y muy agradable la chica, al rato Helena se
va a los servicios higiénicos y regresa a la mesa y dice que ya vuelve, bueno
lo siguiente algo incómodo para mí porque Helena regresó con su novio de la
mano, como es debido se sentaron y nos saludamos, él ignora nuestro pasado y
tampoco tendría por qué molestarle porque yo sólo soy el pasado y él es el
novio.
No imaginaba que el
novio era un bailarín fenomenal, en la pista de baile opacaba a todos y a mi
pues no me opacaba, me pisoteaba y barría con migo. Todos con las manos arriba,
todos menos yo…los demás en pares y yo mirando mi copa media bacía o media llena,
depende de tu punto de vista. Ya estaba algo aburrido de estar solo en muchas ocasiones
en la mesa, así que salí de casería, unos quince minutos de fracasos hicieron
que me diera cuenta que hoy era día de bebidas y de nada más. A darle hasta el
fondo pero midiéndome, tampoco quería llegar hecho pedazos a mi casa.
Ya plan de
tres de la mañana salimos de la disco a comer algo y luego a ver qué salía o a
ver qué hacíamos luego. Nos fuimos al carrito sandwichero de la esquina
para bajar el trago con comida y luego irnos a parrandear a la casa de alguno
de nosotros cuando al increíble Samuel se le ocurrió invitar a Margarita a su
casa, claro solo a ella, nosotros nos miramos –o sea el grupo- y bueno, que
haga lo que quiera total ya está grandecita. Nos despedimos y me fui con Mati,
su amiguita y Helena con su novio a mi casa a seguirla. Llegando a la casa subimos por el bendito
ascensor que le guardo distancia, iba a subir por las escaleras pero Helena y
su novio insistieron que sólo sería un instante, y así no fue… fue una
eternidad. Giro la llave y abro la puerta hago que entren ellos primeros y que
se acomoden donde quieran mientras Mati y su amiguita no entraron aun, Mati me
explicó que tenía un vodka y un Martini en su casa que iría a traerlo y que
Pamela le acompañaría por si aparece Drácula, no pretendía que me dieran más
explicaciones porque hay cosas que se ven de inmediato y el sexo era percibo en
el aire, sólo esperaba que no se demoraran mucho porque quería conversar
amenamente con todos. Suben a -dicen ellos- buscar el vodka y bueno yo entro a
mi casa cierro la puerta y cuando giro veo a Helena tocando el piano sentada en
el cojín que me senté en la mañana mientras ella deslizaba sus dedos sobre las
teclas provocando un sonido angelical del cual me quedé encantado cual
serpiente ante el domador, ella levantó la mirada y sonrojada me miró y me dijo
que aprendió a tocar por mí, «pero yo nunca te enseñé», dije, «lo sé» –dijo
ella. Sonreímos todos y fui a traer las cervezas que tenía en el refrigerador unas
verdes para cada uno, le pregunté a Pepe si quería cigarrillos, lo mismo a Helena
ambos aceptaron pero Helena me dijo que quería fumarlo en mi pipa, bueno fui a
buscarla y mientras entraba a mi cuarto a abrir el cajón y sacar una de mis
tres pipas oía a la distancia que pelaban por esa pequeñez, era un detalle que
él ignoraba sobre ella, a Helena le fascina fumar con pipa entonces me apresuré
y se la entregué ella rompió un cigarro y lo puso en la pipa luego lo prendió y
me lo pasó mientras prendía mi computadora para poner buena música o la
que escuchamos nosotros, al cabo de unos veinte minutos aparece Mati con
Pamela, cansado el gurí y ella con mejillas coloradas, alegres ambos con una
sed incalculable y con el bendito vodka-Martini en las manos.
La pasamos de puta
madre ahí, Mati rompió tres copas y prometió comprármelas, Pamela durmiendo en
el mueble y Mati a sus pies, Helena y Pepe
sentados, cabeza con cabeza durmiendo en el otro mueble y yo no quise
dormir en mi cama porque me parecía una falta de respeto hacerlo pues si ellos
dormían incómodos yo también, ahora somos un grupo –momentáneo- así que fui a
mi cama y retiré las colchas y sábanas y las traje al piso de la sala, me metí
una buena acurrucada y a dormir hasta que el sol me dé en los párpados.
Despierto a las siete
de la mañana con los ojos rojos y el pelo hecho un laberinto y con una sed de
mierda, corro a la cocina y saco un vaso y lo lleno con agua. Beber
agua, eso sí es gratificante y refrescante ,cerca de un litro bebí y satisfecho
regreso a tirarme a los colchones y
seguir durmiendo cuando Matias despierta con su clásico bostezo de búfalo
gritando ¡buaaaaaa! y despertaron
todos somnolientos y resaqueados mirando a la nada pero con un fin común, beber
agua. Fueron en filas y cuando regresaron ya no tenían sueño, algo extraño
querían conversar, seguir conversando, yo francamente aun seguía medio borracho
y asumo que los demás también, esta vez la felicidad duró hasta la mañana.
Sugerí ir a desayunar al mercado y Pamelita cayó víctima de la intoxicación del
día anterior corrió al baño a
vomitar, a mi me dio risa pero a Pepe no, Helena le decía «cálmate cálmate», el pobre Pepe estaba a punto de caer en la misma
situación que, que, cómo se llamaba la amiga de Mati, bueno no importa, corrí a
traer un recipiente para Pepe pero felizmente no pasó nada, Mati inmediatamente
se quiso parar pero no pudo y se arrastró cual gusano de yuca sobre el piso rumbo
el baño a ver a su amiguita, o algo más que su amiguita. Pasara lo que fuere yo
no limpiaría el baño, de ninguna manera, Matías la trajo y se lleva todo lo que
es de ella, incluido vómito.
Ya era casi imposible
retomar el sueño, es extraño pero una vez que me despierto no puedo volver a
dormir así que prendí la radio y conecté el móvil para escuchar música y al no
tener mucho qué hacer intenté limpiar y ordenar algunas cosas que por la fiesta
pasada quedaron rotas y fuera de lugar, pero fue muy aburrido. Luego se fueron
sabrá su dios dónde.
Al día siguiente
recordé que Margarita no había venido con nosotros y fui a buscarla, le toqué
la puerta, la llamé al teléfono fijo, al móvil y nada funcionó, al parecer se
había quedado con aquel muchacho que desconocía.
Anduve unos tres días
preocupado por ella, imaginaba que la estaba pasando bien, saliendo de aquí
para allá, conociendo otras personas con otros intereses y espero los conozca
bien o al menos los sepa reconocer si es que alguien –sino muchos- tratan de
sobrepasarse con ella y sé se haría respetar ella misma porque es algo atrevida
mi amiga de voz rítmica, agregándole que tiene unos buenos brazos que si te
diera una bofetada enfurecida te hincharía el rostro a tal punto que ni tu
madre te reconocería, así es Margarita.
Intenté apartar el
pensamiento de preocupación y dedicarme a mi trabajo porque tampoco voy a estar
detrás de ella, ya es su responsabilidad.
El día está extraño,
está muy claro pero a mi izquierda unas nubes amenazan con precipitarse y
dependiendo del viento acompañado de su velocidad y dirección asumo que estoy
desconcertado.
La gente pasa y pasa
por la calle y una pareja se detiene a comprar en la chocolatería que está al
lado de una barbería y al lado de la tienda de libros -o como diría Mati una
libroteca- donde suelo comprar mis libros pero no recordaba a la chocolatería,
es más, ni ahora la recuerdo. Entonces entro a chismosear a la chocolatería y a
comprar algún dulcecillo, la pareja de la mano, él, pues, feo y ella una mujer
de rasgos asiáticos de muy lindos ojos y de figura estilizada muy delgada pero
sin exceder el parámetro de la belleza y el daño físico a su figura. ¿Qué hace
una mujer delgada en una chocolatería y con un novio feísimo? Parece adivinanza
¿no? Pues yo me preguntaba lo mismo. Compraron muchas piezas de chocolate relleno
con frutas y licores, pagó en efectivo y entonces ocurrió lo inevitable, él
recibió una llamada y para mala suerte su móvil estaba en altavoz y tontamente
contesta sin ver el número y dice «¿Hola?» y responden del otro lado « Hola mi amor, estoy esperándote en la plaza,
¿a qué hora llegas?», él no sabía dónde esconder la cabeza y ese fue su
error, el no saber disimular su engaño y para cuando quiso decirle a su
acompañante que era un número equivocado, ella ya había decidido irse sin hacer
desplante como una dama, y como dama se llevó las docenas y kilos de chocolates
que aun el tipo no había pagado y tenía el efectivo en mano, yo naturalmente me
acerqué y le dije «disculpa, ¿tienes
hora?» el tipo arisco ya por lo
sucedido me dijo «No tengo», mientras miraba su reloj de mano y seguramente
calculaba el tiempo para llegar a dicha plaza.
Ya habiéndose
retirado el tipo me acerqué a la barra y observé la inmensa variedad de formas y
tamaños de los chocolates, aun sonreía por los momentos pasados y pues a mí me daba
risa la situación jocosa, de pronto una señorita me aborda y me empieza a
hablar sobre los chocolates, yo extrañado le miraba los labios y su forma de
abrir y cerrar la boca, no le prestaba atención a lo que decía, era
impresionante cuantas palabras salían de su boca era como una ametralladora, le
dije que si tenía alguno con maracuyá o con ron y frutas al mismo tiempo a lo
que ella dijo «Sí, tenemos una variedad interminable» ,inmediatamente fue donde
su amiga que imagino fue su jefa porque
sostuvieron una acelerada conversación un tanto subida de tono y me miraban de
reojo entonces la –tal vez- jefa me dice que sí tiene lo que yo estaba pidiendo
pero que demoraría media hora que si pudiese volver en ese lapso, algo
emocionado por conseguir exactamente lo que quería le dije que volvería,
entonces pagué y salí a dar unas vueltas. A las cinco y cuarenta y cinco
de la tarde tendría que regresar a recoger mis dulces y al salir voy a hacia la
izquierda y me topo con la dichosa libroteca, ¿por qué no? entro, saludo al
hombre que siempre me atiende y me tomo mi tiempo, paseo por el lugar, subo y
bajo escaleras buscando al elegido del mes, esta vez no estaba de humor de
libros para entretener la mente, como les digo yo a los libros de fácil
entendimiento o de digestión mental como dice mi hermano Jorge, no, esta
vez me detengo cual estaca en el piso y girando la cabeza veo la portada del
libro a un hombre de piel entre naranja y rosada, a los que comúnmente les
dicen blanco, con un terno negro, camisa azul italiano y una corbata horrible.
Know How, así se
titulaba dicho ejemplar que es según lo poco que leí un libro para mejorar el
desempeño de los líderes exitosos de los demás. Interesante fraseada, cojo
el libro y le digo al dueño que quién es Ram Charan y no encuentro respuesta
pero me ofrece su computadora y que conjuntamente investiguemos sobre el
personaje, buscamos el google-san y pues Ram Charam nació en la India e inició
su recorrido de gestión en la tienda de zapatos de su padre dónde luego se
logró como ingeniero y después obtuvo un MBA en Harvard, para mi sorpresa el
sujeto había trabajado en muchas empresas gigantescas y ahora es considerado un
gran líder del conocimiento. Definitivamente me convenció así que lo compré.
Muy emocionado salgo
con mi bolsita muy elegante con el logo de la librería que cálidamente siempre
le abre sus puertas al conocimiento. Salgo para acercarme a la chocolatería de
al lado, entro y entrego mi boucher y me dan mi entrega de chocolates con ron y
frutas por dentro, les doy las gracias y antes de irme pruebo uno al azar para
ver si pasa mi control de calidad, gustosamente había pasado la prueba con un
8/10, me despido y regreso a la librería para endulzarle la tarde a ese buen
hombre con cara de ratón, que seguramente ya sabrá que Mati y Helena le dicen« el ratón de biblioteca», lo saludo nuevamente y le ofrezco dos
chocolates, el hombre con cara de ratón sonríe como si le hubiera dado queso y
me da un cupón de descuento del 20% en libros de gestión, agradecido paso a
retirarme.
Al regresar a mi casa
meto una vez más la mano a la bolsa y siento que aún quedaba cerca de 20
chocolates, algo extraño pues no pedí muchos, aunque en realidad tampoco dije
cuantos y para sorpresa veo mi recibo y decía algo sobre una entrega especial
de 30 chocolates rellenos con frutas y ron, eso no era lo malo, lo que sí era
malo era el precio, nunca pagué tanto por unos chocolates que sabía no los
terminaría, una vez más eso me pasa por descuidado, sin preguntar cuánto
costaban sólo pasé mi tarjeta y listo, me lo cargaron, seguramente por eso me
sonrieron hasta que me fui, seguramente. Bueno del error se aprende. Prendo el
televisor y no encuentro nada bueno excepto Gantz, un anime japonés de alto
calibre que ya en tiempos pasados lo vi y debo decir muy interesante además que
me quedé pegado con el manga que recuerdo lo dejé alrededor del episodio
trescientos diez, si mal no recuerdo, bueno en todo caso ya estaba acabando,
una vez más estaba descartado y sólo me quedaba escoger una de las tantas
películas que tengo y ponerla en el reproductor dvd, esta vez la seleccionada
fue Una mente brillante,
excelente película y de muy buen contenido, sentía que algo faltaba, pues claro
la cancha, palomitas de maíz, pop corn o como quieras llamarle, ya en la cocina
preparo canchita como para cuatro personas sabía que me tendría que comer todo
eso, esa era la intención y para bajarlos lípidos una jarrita de toronja con
vodka para poner amena la tarde.
Al finalizar la
película una siesta, que a nadie le cae mal y pues algo adormecido por el vodka
intento dormir. Y lo conseguí, solo que esta vez tuve un sueño en donde era perseguido
por unos vándalos que para mi mala suerte estaban armados, yo corría por todos
lados en un laberinto de calles que desconocía pero en una esquina encuentro
tirada un arma y la recojo, me subo al balcón de una casa y desde ahí empiezo a
cazar a los malhechores, luego del tiroteo y de haber acabado con todos me miro
el pecho y me doy cuenta que me han disparado y estaba herido de gravedad, con
la vista nublada empiezo a caminar por las calles y de pronto suena el móvil y
despierto, veo el número y no lo recordaba, tres de la madrugada, bueno a
contestar, «¿sí?» –contesto, y era Margarita ebria diciéndome que estaba en un
lugar llamado Parque Salazar cerca del Larcomar. Ella no recordaba lo que había
hecho pero sí el nombre de la disco me dijo que era Aura, en el momento le
pregunté « ¿Cómo llegaste al parque?» -repensaba yo la respuesta, indignado y
preocupado por el suceso le digo que iré de inmediato que trate de buscar un
lugar seguro donde esperarme, que todo saldrá bien. Lo que un buen –tonto-
amigo tiene que pasar, en todo caso el sueño tampoco era dulce ni prometedor.
Levanto la mano para
parar un taxi y no me hace caso, luego de unos minutos uno se detiene y le digo
que cuánto hasta Larcomar y me da una cifra totalmente exorbitante, le digo que
no, que alguito menos y contraataca diciéndome que es de madrugada y que nadie
me llevaría, resignado acepto y le digo que se apresure. En el auto preocupado y
fresquecito por el microclima del interior y yo con ropa ligera porque no quise
cambiarme la pijama. Pasaron cuarenta minutos, creo, y después de dos cuadras
de aquella avenida encuentro a dicha señorita sentada y con un cigarrillo
prendido ya menos chispa que antes, le digo al taxista que se detenga al lado
de esa banca y le digo a Margarita que entre, al inicio no me hizo caso, de
inmediato me bajo del auto y le digo que soy yo, ella me mira como dudando y me
abraza, la meto al taxi y la fiera estaba domada, dopada y dormida, el taxista
miraba por el espejo retrovisor a Margarita mientras me abrazaba en su
embriaguez.
Pero qué afán de
embriagarse el de esta muchacha, imagino olvidará mucho de esta noche y
recordará detalles, tal vez errados o no, pero igual le preguntaré qué sucedió.
Subimos por el ascensor –maldito ascensor- porque no quería cargarla hasta
nuestro piso dónde habitamos, le rebusco su cartera y cojo sus llaves, abro su
puerta y todo se veía impecable, la acuesto en su cama, la arropo y me retiro. Mientras
cruzo su puerta veo una mano que saluda, Margarita se había despertado, le dije
que se acostara que luego se le pasaría la embriaguez, por segunda vez la acosté
y se durmió.
Enciendo un
cigarrillo y pienso que en realidad no conozco a Margarita, sólo unos meses
bastaron para que me agradara pero en general aun no la considero una amiga
confiable aunque veo que yo a ella sí, o tal vez no, simplemente marcó un
número al azar y acertó con el mío y yo fui a rescatarla como buen amigo, pero
debo reconocer que fue una buena acción y que merezco unos cigarrillos más
¿pero quién fuma cigarrillos teniendo cerveza en su refrigerador? Saco mis
bebidas gasificadas y nutritivas para acompañar a los puchos, me asomo a
las ventanas y las abro para que el humo no se quede en mi habitación, me
agrada a veces tenerlo de compañero, hoy no es el caso. Una linda madrugada, un
lindo solitario cielo púrpura, casi sin estrellas y con una luna indiferente, ya
se me iba acabando la cerveza y nadie me la vendería a estas horas, decidí
quedarme unos momentos más y refrescar mi memoria mientras sigo encendiendo
cigarrillos.
Luego de unos días de
pasar aquella incómoda situación decidí invitar a correr a Margarita con
nosotros, le tocamos su puerta muy
temprano Mati, Helena y yo pero no encontramos respuesta, tocamos otra vez y
nada, bueno imagino que Margarita tendría un sueño profundo –como le dicen- y
no nos oyó. Brincando como canguros con mochilitas y aplaudiendo como focas
bajamos trotando las escaleras haciendo escándalo al son de arengas que Helena
me enseñó y riéndonos de cualquier cosa, salimos a la calle a buscar un parque
para correr y hacer algún tipo de flexiones más, Mati quería ir al parque que
está cerca del mercado pero Helena quería ir al parque que queda cerca de unos
colegios que ciertamente estaba más lejos que el del mercado, a mi me daba
igual ir a cualquiera así que a tirar la moneda y primero las damas, Helena
pide cara y Mati obligado el sello, él lanza la moneda al aire y al caer al
suelo rueda como poseída por el diablo y se mete por un orificio de una rejilla
del drenaje al lado de la pista, todos nos mirábamos las caras con los cachetes llenos de aire a punto de
soltar las carcajadas.
Riéndonos por lo
sucedido saco yo la moneda del bolsillo y la lanzo al aire pero esta vez hacia
mi mano tal como lo hacen los árbitros de fútbol, lentamente descubro cuál fue
el resultado y antes de decirlo Helena grita «Gané, gané», yo sólo reía sin saber cómo se había dado cuenta la
afortunada Helena, así que sin protestas formales ni informales, caballero a partir
hacia el parque más lejano, el de los colegios.
Trotando por las
calles mirando a las personas mirarnos con nuestros sexys trajes deportivos
íbamos los tres mosqueteros rumbo al parque a quemar algunas grasitas y soltar
toxinas, mientras cruzábamos la pista miré a una señora que vendía desayuno en
la calle, entonces le digo a Helena –que era la líder- que si nos podemos
detener porque tenía hambre al no haber desayunado antes de salir de la casa,
de mala gana acepta, le digo a la señora qué tiene para ofrecerme, gustosamente
me dice el nombre de cinco bebidas de la cual escogí el jugo de piña y un pan
con pollo deshilachado sin mayonesa, porque estoy seguro que de haberla pedido,
Helena me habría dado el sermón de la mañana por las calorías y toda esa onda
en que ella está metida, que francamente no es su estilo pero al estar tanto
tiempo viviendo con su prima de invitada en su casa imagino que se le quedó ese
detallito no muy agradable. Termino en
un santiamén y me doy cuenta que sólo tenía aquella moneda que lancé al aire y
ninguna otra más, miro a Helena y no me hace caso, «Mati préstame dinero» –le
digo- felizmente de buena manera acepta y me paga el gustito mientras contesta
su móvil diciendo «la llave está en el macetero de la esquina del corredor,
llegaré en unas horas, okay, nos vemos», cosa sin importancia. Ya muy despierto
y enérgico por el desayuno continuamos con el día.
Cruzando calles y más
calles –trotando, claro- llegamos al parque elegido que desde un principio me
pareció genial porque no había mucha gente, entonces cada uno prende su
reproductor musical y nos ponemos sólo un audífono para oírnos a nosotros y a
cualquier acción de terceros como un accidente o lo que sea, de colores
nosotros como los Power Rangers y a la voz de tres,
iniciamos la carrera, después de nueve vueltas cae Mati y empieza a caminar
cansado, a la vuelta trece me detengo yo exhausto y hago lo mismo que el buen
Mati –caminar- mientras miraba a la maratónica Helena que finamente sudaba y se
secaba con su muñequera mientras su cabello sometido por esa fea o feísima cola
de caballo se movía de un lado a otro. Sorprendentemente Helena duró unas cinco
o seis vueltas más que los holgazanes de nosotros. Cada uno caminaba y descansaba hasta que simultáneamente
nos unimos los tres en fila en la acera del parque, agitados por resistir a la
carrera, conversábamos lo poco que podíamos hasta que descansamos lo necesario
como para continuar un par de vueltas
más –según sugirió Helena- , yo en definitiva no estaba dispuesto e imagino que
Mati menos, por lo tanto aceptamos sino Helena nos echaría a gritos, debo
admitir que sólo aguantamos dos vueltas más y de ahí terminamos hechos polvo,
felizmente la hermosa y sudada Helena comprendió que ya no podíamos correr más y
sonriente nos invitó a la tienda más cercana a comprar bebidas para
refrescarnos, y por supuesto aceptamos. Ya en la tienda veo toda clase de cosas
pero me quedé hipnotizado por un sobre de gomitas que no comía desde que estaba
en secundaria así que pedí unas y una bebida, Mati una cola light y Helena un yogurt bioactivo.
La cara de Mati
cambió por un momento, estaba dubitativo, pensativo hasta que preguntó «¿Qué
significa que sea bioactivo? »-yo entendía qué era dicha palabra pero Mati
preguntó mirando a Helena así que ella sudada y encantadora le respondió que bioactivo
significa que el yogurt tiene otro tipo de sustancias que mejoran el tracto
digestivo, protege contra las infecciones intestinales, contribuye a la flora
intestinal, estimula el crecimiento de bacterias buenas y aumenta las defensas.
El pobre estaba ahora preocupado porque su yogurt habitual no hace nada bueno
–según él.
Reposamos los
alimentos sentados sobre el grass
conversando y debatiendo que cuál sería nuestro próximo ejercicio, yo propongo
las planchas, sentadillas, saltos y calentamiento de brazos variados a lo que
ellos aceptan. Observo mi reloj y era las nueve con veintitrés de la mañana,
entonces empezamos a hacer series de veinte planchas, veinte sentadillas y treinta saltos. No duramos ni treinta minutos
en hacer esos ejercicios para terminar hechos un mar de sudor. Mientras nos
secábamos Helena sugirió que ya era hora del ritual, no tuvo mejor idea que
hacernos acordar de eso tan bochornoso que alguna vez hicimos en secundaria con
un grupo de compañeros más. Mati riéndose y yo avergonzado por hacerlo pues a
esta hora las personas salían de sus casas con más frecuencia, Helena me
presiona y accedo, total, es el ritual y nada puede ir en contra de eso, Helena
saca su móvil acompañado de sus parlantes bulleros y escandalosos de su mochila
y una vez más a la voz de tres… a bailar la macarena en la calle a todo volumen
y con coreografía incluida.
La gente pasaba y se
reía mientras nosotros bailábamos la rítmica Macarena, sinceramente me divertí
haciendo el ridículo en el parque, completamente lleno de vergüenza aunque nadie
de ese parque me conocía y seguramente a Helena sí. Moviéndonos como locos y
sudados finalmente la canción termina y pasa un señor riéndose y empieza a
aplaudirnos diciendo que estuvo muy linda nuestra coreografía, nosotros le
agradecemos y se retira sonriente, Helena empieza a soltar una carcajada y dice
que el señor era gay y que
seguramente pensó que Mati y yo lo éramos también por eso se acercó con más
confianza y convicción hacia nosotros, riéndonos por un rato más perdiendo la
cordura, resucitamos de entre las gotas de sudor y caminamos al hotel a
ducharnos pero Mati sugirió esta vez ir a su casa, aceptamos y haciendo
equilibrio caminando los tres abrazados con Helena al centro con un solo pié
cada uno, llegamos al hotel, subimos las escaleras y cuando Mati estaba a punto
de abrir su puerta escuchamos un sonido peculiar.
¿Mi papá?
¿Qué hace mi papá
aquí? –preguntaba yo.
Abro la puerta
despacito y lentamente.
¡Hola hijo mío! –dice
él, Hola papá qué bueno verte en tan inesperada visita y tampoco en mi
apartamento –digo yo.
Vine porque recibí
una invitación de Helena la cual decía que se casaría, gran sorpresa para mí,
además aprovecharé los próximos días para visitar a su madre y a su padre –dice
mi padre con gran entusiasmo.
¿Y cómo estás, ya
tienes hijos, tu libro y el árbol? –dice papá con una expresión burlona.
No, la verdad es que
para el hijo primero tengo que juntar más dinero y claro ubicar a la madre
también, el libro es algo incierto su paradero y el árbol, pues tú sabes que
después de aquel día de revelaciones antes de navidad dejé la agricultura por
cuestiones legales. (risas) Espera, espera, dime algo.
Claro, pregúntame
–dice papá.
¿Cómo es que tienes
la llave del apartamento de Matías?
–pregunto yo mientras giro la cabeza hacia Matías lentamente.
Tu hermana me abrió
la cerradura mientras yo cargaba las maletas, entré y decidí esperar a Matías
porque sabía que vendrían aquí primero, él me lo dijo por el móvil hace unas
horas, y por eso estoy aquí, feliz de verte y verlos a mis inseparables tres,
como es de costumbre.
¿Sigues cocinando
miguel? –dice él.
Papá es Miquel con Q.
–respondo.
Mira muchacho yo te
puse el nombre y si no me crees ve a ver a tu partida de nacimiento para que te
convenzas. –Dice papá acotando.
Sí, lo sé, pero ya
hace años no me llamo así, ¿o acaso quieres ver mi DNI? –digo riéndome.
Y dígame cómo está
usted, tan hermosa y radiante señorita Helena –dice papá.
Yo, muy bien la
verdad, hago lo que me gusta y en horario privilegiado, no me quejo de mucho,
por cierto ¿cómo está Camila? –Dice Helena.
Ahora está Rubia, ya
con los años le empezaron a salir canas, sólo unas pocas pero ella siendo rubia
tener canas no era elegante y se tiñó el
cabello a su color natural para evitar esos cabellos que la vuelven irascible.
–Dice papá.
¿Y no ha pensado en
casarse? -Dice Matías.
No, yo creo que el
matrimonio es sólo con el amor de tu vida y así fue. Pero no le digan a Camila.
–Dice Papá riéndose.
Veo que tu
apartamento no cambia mucho, ¿verdad chico? –dice papá refiriéndose a Matías.
Soy tradicional –dice
Matías.
¿Tradicional?,
¡Tradicional mi abuela! Esto parece la época del virreinato con tus candelabros
sin velas, tus cuadros de Pizarro, muchacho actualízate. –dice papá.
¿Me pareció o dijiste
que Valentina estaba contigo? –Digo yo interrumpiendo la conversación.
Sí, pero fue a darse
una ducha –dice papá.
¿Tienes fruta chico?
, me muero de hambre y en el avión nunca dan buena comida, ya me tienen harto.
–se queja el señor de cuarenta y tantos
años.
Salgo del apartamento
de Mati y voy rumbo al mío apresurado, bajo las escaleras de dos en dos
sosteniéndome de la baranda, abro mi puerta y ahí estaba ella, Valentina, mi
hermanita, sentada en mi mueble secando su cabellera mientras ve el tenis en la
televisión, voltea y me ve, se levanta y pega un brinco hacia mi diciendo:
¡Hola hermano, estás lindísimo! –pienso que seguramente sufre de
presbicia- ¿cómo te trata la vida?
Mi primera frase al
verla después de dos años fue «Bájate, pesas», ella sonriente trata de ahorcarme. Me siento a su costado y
le doy un gran beso y un fuerte abrazo, también te extrañé –digo con ojitos
cariñosos- sigues igual de hermosa, esbelta y feliz. Veo que por ti no pasan
los años, ¿verdad?
Ni por ti. -dice tan
linda Valentina
¿Tienes fruta Miquel?
–dice ella mientras doy una carcajada.
¡Ay es que en el
avión sirven una comida feísima, no sé cómo se la comen si es insípida, una
agresión a la culinaria nacional.- dice renegando.
Lo sé, lo sé, por eso
yo no viajo mucho. –digo.
Sí pues, es que eres
un ingrato, yo que te escribo a tu correo electrónico y tú casi nunca
contestas. Mamá decía que te encantaba escribirle, pero a nosotros ni siquiera
un mensaje de texto. –dice algo enfadada.
¿Pero así me quieres,
no? –digo yo.
Sí –dice ella,
apachurrándome con sus bracitos.
Vamos, veamos juntos
el tenis que esto se pone buenísimo porque está jugando mi tenista favorito y
sé que es el tuyo también.
¿Y papá? –le digo yo.
Imagino que con Mati y
Helena –dice ella.
¿No crees que sea
mejor ir a ver el partido allá con los demás? –digo yo.
No, papá se aburriría
al instante, mejor quedémonos aquí un rato –dice Valentina.
Ella empieza a
olfatear y dice «Iuuff, apestas a sudor, cochino anda báñate, pero antes tráeme
alguna fruta no seas malito. ¡Ah y lávate las manos!», me levanto sonriendo, le
doy un beso en la frente y voy a hacer lo que me pidió para luego tomar mi
ducha. Al salir me siento con ella a ver el partido de tenis que nos apasiona.
Gritando punto por punto, renegando en cada momento adverso, ha pasado una hora
y media y al final triunfa nuestro tenista pasando a la final de un torneo
importante.
Valentina suspira y
dice «Ahora sí, vamos donde papá.»
Mati y Helena saludan
efusivamente a Valentina mientras yo les digo que tengan cuidado que no me la
vayan a romper mientras se ríen, de pronto suena el móvil de Valentina y
contesta diciendo «Sí, ya llegué, estoy con papá, Matías, Helena y Miquel, ¿tú
cuándo llegas?, ah que bueno, entonces te espero, te quiero mucho nos vemos.»
¿Quién era? –pregunto
yo.
¡Es una sorpresa!
–dice Valentina.
¿Quién tiene hambre?
–dice papá.
Yo. –Dice Matías
mientras mueve su cabeza al son de la música.
Entonces vamos a
comer a algún lado, ¿Dónde podemos ir?. Helena tú tienes mejor paladar que
estos tres señores aquí presentes, ¿qué restaurant nos recomiendas? –Dice
Valentina.
Pues eso depende de
qué quieran comer –Dice Helena sabiamente.
¡Pollo a la brasa!
–dice papá alborotando sus crespos.
Luego nadie refuta y
con el silencio aceptamos.. Una vez más papá está en casa.
Antes de salir del
hotel, le digo a mi hermana que se acomode a placer en mi piso, que mi casa es
su casa pero que no modifique mucho mi sala, ¿y yo? –dice papá. Tú te quedas
con Matías porque se llevan tan bien que no quiero incomodar –digo eso mientras
sonrío.
Matías dice «Es una
buena idea, además aquí tengo mucha fruta y de vez en cuando vienen unas chicas
muy lindas a visitarme», papá acepta de inmediato con su cara de pícaro.
Al llegar al
restaurant papá es el primero en ordenar el pollo, pide extra papas y ensalada
más una gaseosa, a lo que Valentina dice «Papá tú sabes que no tomamos gaseosa,
mejor pídete una personal», ya sé que no tomas gaseosa pero los chicos sí,
verdad –dice papá. Matías y yo miramos a
Helena y ella dice: Hoy tengo ganas de tomar gaseosa.
El mozo trae el
almuerzo y atacamos al pollo, mientras yo le pregunto a Valentina que cómo
consiguió la llave de mi apartamento, a lo que contesta diciendo: Me la dio Helena.
¿Helena porqué le
diste mi llave a Valentina? –pregunto instantáneamente.
Porque me encanta
verlos juntos –dice achinando los ojos.
Después de mucho
terminamos con el pollo y salimos a caminar a la calle cuando papá dice
«Matías, mira esa lindura, anca ve y pídele su número», La conozco y seguro
aceptará –dice él.
Se le acerca a dicha
señorita y le dice «Hola Margarita te gustaría ir a tomar algo», claro –dice
ella.
Buenas tardes hermosa
dama, no le importaría que yo también me una a su reunión –dice papá. Margarita
lo mira y luego se percata que yo también estaba por ahí, vuelve a mirar a ese
hombre de cuatro décadas y tal vez algo más y gira su cabeza mirándome
nuevamente –tal vez pensando que nos parecemos- , mi nombre es Ricardo, soy el
padre de Miquel. –dice papá.
Mucho gusto yo soy
Margarita, señor Ricardo, no me digas señor sólo Ricardo, a secas -Dice el
señor Ricardo mientras Margarita sonríe.
Hola soy Valentina,
hermana de Miquel mucho gusto. –dice Vale, presentándose sola.
Bueno ahora que ya se conocieron vamos al
FrostRock, pero es domingo y mañana trabajamos –digo yo. Entonces mejor no,
muchachos dedíquense a trabajar mejor, descansen nomás.- Dice papá. Pero
podemos tomar algo ligero y conversar en mi casa –dice Margarita, mientras nos
miramos y aceptamos.
En el camino de
regreso papá no dejaba de susurrarle a Matías que Margarita estaba «pa comer y
pa llevar» –como dice él.
Finalmente llegamos y
Margarita nos ofrece pasar y sentarnos donde queramos, papá atina a decirle que
si extrañaba su tierra y ella responde que sí mientras va a traer unas
cervezas.
Las horas pasaron
volando y papá se embriagó en un instante, durmió un rato y luego lo
despertamos para que mejor vaya a dormir que seguramente estaría cansado por el
viaje y por el día, Matíse lo levanta de un brazo y se van juntos a dormir. Helena
se despide al instante y se retira. Valentina conversaba mucho con Margarita
así que le ofrecí que si ella quería se quedara un rato más que no cerraría mi
puerta, pero ella me dijo que un ratito más y nos íbamos a lo que acepté. Ya al
terminar la reunión las chicas se despiden como si se conocieran de muchos años
tal vez remecidos y alegronas por el alcohol. «Hasta mañana» decimos los dos
mientras cruzábamos el corredor. Ya colorada y algo mareada Valentina saca de
su maleta ropa para dormir, un short corto turquesa y un bibidí amarillo, me
abrasa y me dice al oído que Margarita es buena gente pero muy ingénua. Afirmo
moviendo mi cabeza, ya, ve a dormir –le
digo, que mañana tienes que prepararme el desayuno de campeones, Valentina
bosteza y me mira seguramente pensando «Eso es lo que tú crees».
Hasta mañana feo
–Dice ella.
Hasta mañana bonita
–Digo yo.
A la mañana siguiente
despierto, me ducho y preparo el desayuno mientras Vale sigue durmiendo, luego
me visto para ir a laborar, bajo y saludo al portero, paro el bus y oigo salsa
romántica pensando que no estaba mal.
Durante mucho tiempo
me entró la idea de pedir un aumento,
claro que sigue siendo una idea, de todas formas era casi improbable que mi
jefe aceptara o mejor dicho el jefe de mi jefe. Converso con mi compañero al
llegar al trabajo y le comento sobre el aumento y confiado responde «Es seguro,
ve nomás cholito» ¿tú crees? –decía yo. Claro que sí, tú mereces el aumento aquí
apoyas a todos, sólo no seas tan duro al pedirlo, trata de convencerlo al
jefaso –decía Ariel.
Ya concluido mi
tiempo de labor en la empresa doy un par de vueltas antes de subir a gerencia,
Ariel me encuentra en el pasillo y me dice «Compare, mete las manos a tus
bolsillos y busca tus huevos porque los vas a necesitar, qué esperas ve», río y
pausadamente subo las escaleras, le toco la puerta al jefaso y una voz áspera
dice «Adelante»
Buenas noches señor
Ignacio.
Sí ¿qué deseas
Miquel?
Bueno, mi visita el día
de hoy es porque ya tengo dos años trabajando aquí en la empresa dando el cien
por cien de efectividad en mis labores, y pues vengo aquí hoy para pedirle un
aumento, no hace mucho hice unos cálculos y proyecciones con los flujos de la
empresa, ha crecido respecto al año anterior en más del cuarenta por ciento, sé
que es complicado pedírselo pero la verdad es que he empezado a asumir nuevos
riesgos, invertir en mi educación y en mi hogar por eso necesito saber su
respuesta señor Ignacio. –Decía yo, confiado por fuera pero blandengue por
dentro.
Te he prestado mucha
atención y sé que ha crecido –la empresa- de eso no hay duda, pero eso tampoco
es motivo para darte un aumento, aquí
también hemos visto sectores para invertir, sabes. Anualmente se hacen unas
encuestas internas de personal para saber el clima laboral y no descuidarnos en
eso, tu área está bastante conforme contigo. Déjame unos días y te diré la
respuesta Miquel –dice muy serio el gerente.
Gracias por la
atención prestada –digo yo mientras me retiro.
Cierro la puerta y
suelto el aire, aliviado. Ciertamente he trabajado bien, lo merezco.
De camino a casa
pienso mucho en la fuerza que me dieron las palabras de Ariel que tal vez sin
ese empuje no habría ido hoy si no el viernes o el próximo jueves, en todo caso
seguiré adelante como buen hombre que soy.
Llego a mi casa.
Abro a puerta y sin
ganas de bañarme me desvisto a medio camino quedándome en ropa interior dejando
prendas en el camino cuando oigo que alguien más abre la puerta, giro el cuerpo
y era Valentina, ella me mira y suelta una carcajada de aquellas, yo sigo
caminando con mi calzoncillo celeste y medias negras rumbo a mi cuarto.
Valentina riéndose dice: Hey tú, nudista no vas a –interrumpo su diálogo y le
digo: «Hoy no hermana, no tengo ganas». Me recuesto encima de las cosas que no
ordené en la mañana y duermo, o al menos eso intenté mientras que en la otra
habitación mi hermana peleaba con el televisor, seguramente por el tenis. Me
cubro con una almohada para no oír el sonido del peloteo de los tenistas, ya
casi derrotado por el sonido del televisor quedo inconsciente sobre la cama de
madera.
Empezaba a contar los
días esperando la respuesta de si me iban a aumentar el suelo o no, tampoco
estaba tan urgido monetariamente pero necesitaba saber si valía la intención.
Al octavo día llegó
una carta blanca de borde azul, muy elegantemente escrita tenía letras negras y
doradas, decía de título Sr. (Inventar un apellido para Miquel), abrí la misiva
inmediatamente y me di con la sorpresa que el aumento había sido aceptado, con
gran alegría anduve esa semana, le agradecí al Sr. Ignacio y continué con mis
labores.
Para cuando llegó el
sábado fui a visitar a mamá, compré muchas flores hermosas y debo agradecer a
la señora que me las vendió que hizo una gran selección entre (escribir sobre
nombres de flores) y unos cigarrillos. Ese día desperté muy temprano, el sol
aun no salía y el cielo estaba medio gris, salí sin avisarle a Vale.
Tomo el bus verde con
franja blanca que me llevaría a ver a mamá, al llegar le sonreí y mamá como
siempre hermosa con esos crespos cautivadores, le conté que estoy bien, que Helena
se casa y que me dieron un aumento. Ella callada y seguramente contenta, me
recosté a su lado y me quedé callado pensando en mi dama inmortal. Dos horas me
quedé dormido y al despertar ella seguía allí conmigo, le di un beso al viento,
la miré y le dije «Nos vemos luego, te amo».
Después de un hermoso
e íntimo momento me toca disfrutar del inclemente tráfico automovilístico
limeño, mi pan de cada día, ya ni los taxistas se salvan de estos atracones. De
qué vale tomar un taxi si demora igual que un colectivo a diferencia única de
que en el taxi estás casi solo y en el colectivo, no. Este tráfico está
validado por unas obras que están haciendo en Lima, están construyendo
autopistas más anchas y seguras, más vías y el tan famoso metro así que no me
queda de otra que tomar el colectivo, ya a medio camino me da ganas de bajarme
a tomar desayuno en un café.
Me siento en un puff frente a una laptop que me prestan
en el café que ahora es cibercafé,
ingreso a mi cuenta de Facebook y a
la de Youtube para ver mis videos
favoritos y frecuentes mientras pienso que ya no estoy tan solo como antes,
ahora tengo visitas, tengo a papá y a Valentina. Llamo a papá pero su móvil
está apagado para variar, entonces llamo a Vale y le pregunto si quiere tomar
desayuno conmigo y acepta, le digo la dirección que seguramente ya conoce
porque ella es más ubicada que yo, entonces cuelgo y voy pidiendo un té con
limón mientras espero a mi hermanita.
Alguien cruza la
puerta de vidrio y algunos o casi todo voltean, yo me uno a ellos y Valentina llega
vestida como para una pasarela europea, empieza a buscarme en el cibercafé
hasta que me encuentra y sonriendo se me acerca y besa y apachurra, se sienta a
mi lado mientras el público se le queda viendo seguramente pensando que soy un
afortunado por tener a una mujer así, y tienen razón, soy un afortunado de
tener a una mujer así, así de bella, así de fuerte y se lo debo agradecer a mi
madre que en complicidad con mi padre me dieron la oportunidad de conocer a tan
bella persona.
Vamos pídeme algo
–dice ella mientras yo pienso que es mejor que ella escoja.
La verdad es que no
sé qué pedirte, es que aquí los postres son extremadamente dulces, dime algo
¿Es difícil vivir con diabetes tipo uno?
No, sabes, yo hago mi
vida normal como cualquier otra persona juego, bailo, troto, tengo sexo, hago
de todo pues eso nunca me limitó para
nada –Dice Vale.
¿Pero imagino que al
principio fue difícil, no?
Sí, pero una se
acostumbra. Yo por ejemplo me inyecto insulina tres veces al día, te cuento que
al inicio era extraño hacerlo sola y aun más extraño hacerlo frente a mis
amigos que al verme pensaban que era adicta a algo intravenoso o padecía alguna
enfermedad. Ellos siempre se preocuparon por mi pero nunca como tú lo hiciste y
debo agradecerte por enviarme esas dosis a la casa, papá las recibió y me las
entregó en la noche luego que llegara del trabajo, ahora él está ahí como buen
protector. –Dice Valentina.
Papá siempre fue y es
un hombre que de existir, merece ir al cielo contigo y Ángela para estar con
mamá. –digo yo.
¿Y Ezequiel?
–Pregunta Valentina.
Él merece ir abajo
conmigo, él es mi gemelo malvado o tal vez yo sea el suyo (risas), pero
regresando al tema, dime cómo haces cuando se te antoja comer un dulce.
–Pregunto.
Me controlo, es fácil
cuando tienes convicción. Como una barra de chocolate cuando se me antoja pero
claro que no es seguido, sólo si se me antoja. –dice Valentina.
Ah ya, además mamá
sabiamente escogió cuando era chica mi nutrición y mis medicamentos pues el
manejo de la diabetes también implica una parte emocional muy importante, ella
nunca se sintió culpable por mi enfermedad por el contrario, alguna vez me
dijo: «Hijita la diabetes es un recordatorio que siempre te hará sentir viva,
disfruta tu vida, ama y sonríe» -Dice Vale
emocionada.
Creíble, mamá es una
genia. –Acoto yo.
¿Y mi postre? –Dice
Vale media enojada y alegre.
La tomo de la mano y
levanto la para que tomen nuestra orden.
(Escribir más)
Al terminar nuestro
desayuno salimos a caminar por (escribir más)
¿Cuéntame algo raro
Valentina? –Decía yo cuando era niño porque ella siempre hacía algo nuevo y
divertido. Recuerdo claramente una de las tantas veces que le pregunté lo mismo
y me respondió dulcemente que había encontrado un nido de pajarillos en el
árbol del vecino pero que sólo los veía con los binoculares de mamá desde su
ventana. Luego que eclosionaron los huevecillos salieron tres avecitas
desnudas, la mamá ave los alimentaba igual que el papá, incansables ambos y
también incansables los hijos porque piaban todo el día, los recién nacidos son
barriles sin fondo Miquel, pero, al cabo de dos días ya no pude ver a los
padres, oía a lo lejos que piaban los polluelos, me da mucha penita verlos tan
solos y desprotegidos ahí arriba. –Decía valentina de cinco años.
Entonces porqué no
subes y los criamos aquí los dos –dije yo de ocho años.
Es que tengo miedo de
caerme del árbol, es muy alto y me dan más miedo las arañas que sé viven ahí
porque el libro animales dice que hay arañas en los árboles que es su hábitat. Ya
pues no seas malo, bájalos tú.
¿Yo?
¡Sí, tú hermanito!
Era imposible
negarme a tan pura expresión de bondad
que salía de una pequeñita de cabello rizado y vestida de rosa.
Déjame idear un plan y
mañana los bajo ¿sí?
¡Sí, te quiero mucho
hermanito!
Pensé en muchos
planes alucinantes como el de construir mi propia escalera, crear un traje a
prueba de insectos pero al final tomé la decisión más sabia, fui a la
habitación de papá y mamá y hablé con papá, le dije que si podíamos tener un
par de mascotas más, él lo pensó por un instante y dijo que sí pero que no iba
a aceptar conejos ni tortugas, de inmediato le conté sobre las aves y mamá reía,
salí raudo a la habitación de Valentina para contarle la noticia pero ya estaba
dormida en su cama. Yo, emocionado también, fui a mi cuarto a dormir porque
papá me dijo que los bajaríamos mañana antes que él se vaya a trabajar.
Papá es un hombre de
palabra y me despertó a las seis y cuatro de
la mañana, entró a mi cuarto y me dio un beso en la frente diciéndome:
Hijo, vamos por nuestras nuevas mascotas, yo aun somnoliento y muy emocionado
me cambié de ropa y sin tomar desayuno salimos de la casa para la del vecino el
Sr. (Buscar un apellido de ave), que
ahora que lo pienso suena graciosa la situación.
Papá le dijo que si
podía subir a su árbol porque había visto unos pichones abandonados y quería
criarlos, el vecino gustosamente dijo que no había problema pero que lo
esperara, entró a su casa y sacó su escalera para ayudar a papá a rescatar a
las aves.
Desde abajo miraba yo
con gran beneplácito como mi papá, mi
héroe salvaba a esos pequeños seres
carentes de plumas. Hojas secas caían del árbol mientras papá bajaba a los
polluelos que piaban cada vez más fuerte, él me dijo que subiera un par de
peldaños y yo sobrexcitado subí un escalón. Sostenlos firmemente hijo, cuidado
al bajar –decía papá mientras me daba el nido con las aves- porque si se te
caen se pueden lastimar. Ya en mis manos los miraba con mucho cariño a esas
aves picudas y algo raras.
Papá le agradeció por
su ayuda al vecino y a mí me alborotó la cabellera, al llegar a casa me dijo
claramente: Hijo cuida muy bien a estas aves, así como yo los cuido a ustedes
cuatro, quiero que tú los protejas a ellos ¿Está bien?
Sí señor. –Decía yo
con mucha convicción.
Papá se fue a tomar
su ducha matutina para luego prepararnos
el desayuno, es que es la semana de él mientras mamá espera. Subí a mi cuarto,
tomé un polo gastado que tenía y armé una especie de nido con mi cajón, unos
momentos después bajé y le enseñé a mi papá lo que había hecho y me dijo que
estaba muy bien, luego él subió la voz y dijo : Q (Nombre de la mamá),
Ezequiel, Ángela, Valentina el desayuno está servido vengan a la mesa antes que
se enfríe, decía papá ya vestido con su traje y corbata verde listo para ir al
trabajo.
Ya sentados en la
sillas, Valentina a mi izquierda, Ezequiel a mi derecha, a la izquierda de
papá, mamá, a la izquierda de Valentina, Ángela y a la derecha de Ezequiel
papá. Sentados alrededor de la mesa cuadrada Ezequiel pelea conmigo por el
último pan a lo que Ángela dice «divídanlo entre dos y listo, me aburren», mamá se ríe y toma el pan con
sus manos mientras decía que más allá de toda pelea está hermandad, no hagan
problemas hijos, busquen soluciones. Mamá parte el pan en dos y me da la mitad
y la otra se la da a Ezequiel, mientras papá mira a mamá con ojos enamorados y
confirma con su cabeza lo dicho por mamá.
Al concluir
agradecemos los alimentos pero papá tenía algo más que decir. Nos mira a todos
y dice «Vamos a tener tres nuevas mascotas –Valentina se emociona- pero antes
que nada quiero que sepan y traten de entender que son muy especiales, tal vez
se encariñen mucho con ellos pero sepan que tarde o temprano se irán y quizás,
quizás regresen», papá retrocede y va a la habitación de al lado , él regresa
con un cajón que me era muy cercano, baja los brazos y nos presenta a los
nuevos, ellos son-dice papá. Todos inquietados
nos acercamos a la caja para verlos de cerca. Tienen que buscarles
nombres eh –dice mamá.
Valentina toca la
cabecita de un polluelo y me abraza susurrándome al oído «Gracias», papá me
mira y sonríe tocándose el bigote.
¡Bueno me voy al
trabajo! ¿Dónde están mis besos?