Abril



Abril

Antes se me hacía muy difícil relacionarme con personas nuevas, específicamente mujeres pues les tenía cierto miedo y no sólo a ellas sino también al rechazo.
Aquella chica venía de algún lugar siempre risueña, provenía de alguna calle, de alguna casa, de alguna familia que no conozco, que ignoro. Mi primera impresión sobre ella no fue muy complicada pues sólo la observaba, me dedicaba a observar sus actitudes que mostraba a las inquietudes de todas esas nuevas personas, para mí sólo era una chica linda físicamente, ella tenía el cabello lacio pero ondeado en las puntas, cabello castaño estrecho y muy bien cuidado, tenía ella ojos algo achinados y cafés, una cara muy linda y pues todo hacía juego con ella y a mi parecer estaba hecha a su medida, poseía un cuello muy hermoso que sostenía esa belleza de rostro e indudablemente sus labios ligeramente matizados de rojo, eran muy deseables tanto como una freza en chocolate.
Ella se sentaba adelante, muy cercana a la pizarra pero en la segunda carpeta de la derecha, a pesar que estaba muy pegada a la derecha siempre prestaba tención a las clases.
En algunas ocasiones las clases eran aburridas y mientras el profesor hablaba muchos pensábamos “bla bla bla, ya empezó a decir cosas sin importancia” y era razonable pensarlo y más razonable callarlo. Claramente hablaba ella cuando le preguntaban, yo aun no me animaba a iniciar un coloquio porque su belleza opacaba mi fluidez. Las cosas cambiarían muy drásticamente al pasar los días. Mi ubicación era la segunda carpeta de la derecha exactamente a su lado, yo apreciaba todas las clases pues era un novato. Sin intención alguna o sin querer iniciamos una plática y me encantó su voz cuando respondía a mis consultas yo francamente miraba sus ojos y sus labios, ella me miraba a los ojos o tal vez no. Ella me arrancaba el aburrimiento y las dudas. Reíamos mucho yo le parecía muy gracioso, un payaso, muy alegre y a mí ella me parecía una chica bella que se movía con el viento de mis labios, meneaba su cabello al compás de mis bromas, ella definitivamente se convertiría en una muy buena amiga mía.
Transcurrieron muchos días y nuestra amistad acrecentaba y ameritaba nuevas expresiones, roces de piel, caricias de cabello y juegos sexuales casuales o simples provocaciones.
A mí me fascinaban sus insinuaciones y su mirada al vacio, aquella chica derrochaba risas y nunca detuve ni paré a ese rostro en tan bella reacción que no era casual.
También me relacioné con un amigo muy querido llamado Javier, él era muy lindo –no como ella claro-, era amable y muy alegre por eso tal vez me fue fácil ser su amigo un verdadero amigo. Sugerimos tácitamente ya no ser sólo dos amigos sino tres. Muchas veces la pasamos bien nos burlábamos de algunos del salón felizmente nadie se enteraba, existían también personas alrededor mío que no me agradaban muchos de ellos no los pasaba como amigos ni compañeros eran muy vulgares, chabacanos al expresarse, no eran como yo o mejor dicho no era como yo quería que fueran. Ellos o aquellos sólo tenían cabeza para hablar de sexo, tetas, experiencias amorosas que tal vez sólo eran alucinaciones para tratar de quedar bien o impresionar a los otros de su círculo, aquel tipo se consideraba el maestro, el que todo lo sabía y nadie podía engañarle y tal vez sabía más que nosotros pero era un burdo y tosco al expresar sus ideas, recuerdo que decía sus barbaridades en frente de las chicas, se bandereaba como el canchero, el experimentado en el sexo, era un chiste para mí, un personaje nada atractivo y pues no tenía otra opción que rechazarle como amigo.
Pocas veces conversábamos con ese tipo y me decía “pucha causa ella está bien fuerte, está como para darle toda la noche”, yo soltaba una sonrisa falsa para no decirle que odiaba que él me hablara, y pues muchas veces te lo comenté y tú respondías diciendo que no te importaba lo que él dijera pues todo era una barbaridad con él, a mi me agradaba cuando te molestabas pues el rostro tan calmado se transformaba en uno flemático que también me gustaba.
Nos pasamos esos momentos muy bien aunque Javier se retiró en el primer ciclo y tú continuaste. A pesar que tenías problemas en tu casa, en tu trabajo y económicos, tú preferías reír cuando podías. Aquella vez la tristeza tomó de motín a tu alegría tenías un problema nuevo y de importancia pues las emociones son traicioneras y lo sé, no me decías qué te sucedía, no me lo querías contar hasta que a tanta insistencia hablaste conmigo y me dijiste que habías terminado con tu enamorado, aquella pareja que nunca te mereció.
Frecuentemente teníamos conversaciones algo acaloradas, no por problemas sino por atracción, tú me deseabas y yo también. Yo me hacía el difícil sólo para incitarte a que des el paso inicial tú y no yo.
Durante las clases alguna vez te dije que era gay pero que lo estaba dudando y tú mi querida te ofreciste a cambiarme –que de haber sido gay estoy seguro por ti sería un macho en la cama- al inicio pensé que era broma pero las cosas se enseriaron y dieron giros inesperados pues ahora ambos jugábamos con provocaciones roces más frecuentes. Ese primer ciclo no nos iba a durar mucho así que un día decidimos ir a disfrutar el día, aquel Sábado nos fuimos a una piscina pública que francamente detestaba porque odio ver a mucha gente desconocida muy cerca de mí. Valió la pena pasar el día contigo, con Javier, con Gian –un chico con varias personalidades- y con Cati –Cati era una chica que quería besarme de una u otra manera, pero yo nunca le hice caso-, disfrutamos de la piscina al meternos y sumergirnos en ella, te reías de los clavados de Gian y creo me mirabas cuando yo hacía lo mismo aunque yo tenía más práctica con eso de los clavados pues observaba como mis tíos lo hacía y copié la técnica que ahora creo es de familia. Luego de estar horas en el agua salimos a almorzar estuvo muy agradable también ese momento, tanto que decidimos tomarnos fotos y salimos muy alegres, pero lamentablemente se perdieron dos fotos que me gustaban porque recuerdo que me pinté la mano con un marcador negro y aquella foto se perdió pero el momento está guardado en nuestras memorias o tal vez sólo en la mía y al finalizar el día cada uno partió a su dirección habitual, a nuestras casas.
Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes, Sábado y domingo, los días transcurrían sin piedad alguna hasta que llegó el final del primer ciclo. Muchos de los miembros del salón decidimos hacer una reunión de despedida o de fin de ciclo y tú ofreciste tu casa y nadie se negó.
Recuerdo el piso de madera y esos muebles adorables y cómodos, me dijiste”aquí está mi cuarto, aquí no entrarás” y sonreíste muy coquetamente –yo sólo reía con el deseo a que te equivocaras- luego nos dirigimos a tu sala a bailar, conversar y beber cerveza.
Las horas pasaban, el alcohol iba tomando control sobre nosotros y en especial en nuestros cuerpos, me sugeriste que te acompañara a la tienda a comprar cigarrillos. Bendito azar el de aquel día, te dirigiste a la tienda junto conmigo y compraste los cigarrillos volteaste y me besaste yo respondí a ese llamado ansioso que mi cuerpo también necesitaba, Besos fogosos, respiraciones agitadas, toqué tu cintura que era como estar en un laberinto y seguramente quería perderme ahí contigo. Me miraste y supimos que esto se repetiría, yo sabía que en ese momento tú tenías enamorado pero no me importó ser el otro en esa ocasión.
No debería contarlo pero sin embargo esa tarde contigo disfruté mucho, luego entramos a tu casa bailamos y te robé un beso delante de todos, y aquellos rostros envenenados e impactados, muy callados observaron. No me importó que me vieran, total eres mi amiga.
Al finalizar cada uno se fue retirando y partieron de regreso a sus casas sabiendo o tratando de entender que no todos regresaríamos al salón para el segundo ciclo.
Y así fue, tú sólo te quedaste para mediados del segundo ciclo por esos problemas económicos que conté anteriormente, lamentablemente te retiraste y prometiste regresar.
Rosa se llamaba aquella chica, con rostro bello y risible., llena de memorias alegres y otras tristes que caían como los pétalos de un cerezo. Ella tenía el nombre de Rosa y le agradaba fumar cigarrillos y al tiempo redujo su consumo. Debo confesar que también me contaste que fumaste marihuana con una amiga tuya, que fue sólo una vez y yo te creo –aunque muchas veces haya bromeado con eso-, Rosa se llamaba y coleccionaba boletos de los buses, le agradan los dulces, no le gusta el sol y le encantan mis besos.
Chica guapa, así era ella. Tuvimos encuentros furtivos pocas veces, hiciste conmigo una excepción pues ya no era tu amigo. Era algo más que un amigo.
Abril. Llegó ese mes y fue la última vez que nos besamos.
Abril, así querías que te llamara en mis narraciones, y así será.
Conservo fotos de ti mí querida Abril, aunque sólo son recuerdos.
Muy rara vez o en pocas ocasiones solías cantar y era fascinante observarte, respirar tu aire sabiendo que serías mi compañera, una amiga, que tal vez no debimos querernos tanto, aunque sin embargo te quiero. Sabes mejor que yo, que los besos calaron más que los huesos y ese pasillo nocturno sin luz ni vino tinto fue testigo de esos besos envenenados, nos perdimos ese día pero ambos sabemos que algún día amaneceremos juntos, con esas memorables caricias vanas, pero satisfactorias tanto que muchas veces suspiraste por mí.
Pero el tiempo es cruel e infatigable verdugo, y ahora estás con pareja, él es un muchacho muy alegre, amigo mío y sé que no te fallará. Además él sabe o tiene la noción que pasó algo más entre nosotros y pues tiene razón –no entraré en detalles ahora, aunque las imágenes habln por sí solas, aquellas fotos de nuestros besos apasionados de aquella noche de Abril tatuaron esa marca en nuestros labios, lo siento pero debo mostrarlas.
Fuimos una especie de fantasmas en nuestras vidas, en la tuya soy un mejor amigo que siempre está ausente, un amigo ingrato, un amigo especial, un amor tácito, alguien que desaparece y aparece, tal vez sea sólo una memoria o eso es lo que creo yo.
Recuerdo una ocasión que conversamos sobre sexo, sonreíste mucho y seguramente se enrojecieron tus mejillas cuando te pregunté si alguna vez soñaste conmigo en esa situación, ¡por favor cuéntamelo! –dije yo. Fui un poco atrevido, un impertinente y me disculpo por eso pero no aguantaba las ganas de preguntártelo y saber qué y cómo lo hacía pero te engaste sólo atinaste a decirme que sí lo soñaste. Me honra tu sinceridad mi amol.
De las pocas veces que platicamos sobre lo que escribía me dijiste si podía escribir unos versos y te dije que solamente tú sabrías que eres aquella mujer, aquella mujer de ojos llenos de ponzoña esa que bebí alguna vez, pero que no pude embriagarme de tu placentero sabor lleno de un cáliz letal y dulzura. Al convertirte en ese licor sólo te bebería una vez, porque me es más placentero recordaste como una compleja y fugaz primera vez, una llena de preguntas y respuestas llena de miradas, roses, respiraciones agitadas y fuertes, cada vez más y más, mirarte y saber que no podré recuperar el aliento aunque lentamente recupere la lucidez y te alejes de mi.
Nuestros días buenos siguen en ese rayito de luz que le llamamos amistad, yo acudiré a ella cuando necesite sentirte, y sé que tú harás lo mismo.
Es tiempo de partir.
Esta vez cargaré esa maleta y brindaré a tu salud.
Así es el amor mi querida Rosa, yo te amo a mi manera.
Tú me quieres y yo lo sé, la complicidad seguirá con nosotros, nuestros secretos, nuestros deseos. Siento no haberte llamado para tu cumpleaños, discúlpame. Pronto te llamaré.
Es momento de encender un cigarrillo y posarme en mi ventana mientras la garúa mi fiel compañera está allí, observaré esa calle aburrida que es la mía.
Mi calle Nostálgica.

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